viernes, 2 de septiembre de 2011

.............................Buenos Aires............................

Malhumorada; inquieta; incoherente.
Exagerada; exigente; exhaustiva.
Luminosa; oscura y pálida.
Gritona; alegre y quejosa.

Sensible; puteadora; y un poco sucia.
Alarmista; desprolija; tal vez inmadura.
Caprichosa, por el sólo hecho de romper la métrica.

Ensimismada; pedante; voluptuosa.
Injusta; justa; instintiva.
Insegura; soberbia; amargada.
Agrietada; agresiva y graciosa.

Prejuiciosa; rompepelotas; una chusma.
Creativa; vívida y a veces cariñosa.
Intolerante; irritable; intensa.
Cafeinómana; futbolera; políticamente incorrecta.

Tanguera por llorar; roquera por defecto.
Lectora; machista y un poco una mierda.
Ruidosa; ensordecedora; charleta.
Acogedora; cogedora; insomne.

Confrontativa; miedosa; entrañable.
Subyugante; rebelde; calentona.

Soñadora, si duerme la siesta.

Pragmática, si empiezan los tiros.

Susceptible;
frágil;
de lejos.

Solitaria;
distante,
del tamaño de un
dedo.


Buenos Aires de noche, desde el avión que vuelve.

Perdida,
en silencio,
entre callecitas sin asfalto.


Casi, casi, como yo.







lunes, 15 de agosto de 2011

Después


UNA CHICA…

No tiene ningún sentido lógico. Lo bueno, es que me sigue pasando.

Cada vez más dejo que el instinto le gane a mi cabeza podrida. Mi cerebro suele enroscarme con un millón de prejuicios, auto-exigencias y mezquindades; y mi instinto, no. Para colmo de la irracionalidad, mi instinto no se equivoca y mi cabeza… ¡es un pato criollo!.

Con esta realidad insoslayable, trato de que algunas cosas se me manifiesten en lugar de analizarlas tanto. Cuesta, porque el cerebro anda a mil. Cuesta, porque a veces se manifiestan en carne y hueso y el cuerpo se resiente. Pero no falla.

Hoy, día de dicha para los kirchneristas (un día peronista, diría el Gordo Soriano), quiero relatar cómo me enamoré.

…K

Después de sentir que las plazas eran nuestras, que podíamos crecer, que todos estábamos en el mismo barco; la piel erizada, la sangre dolorosa de los muertos, las ideas entre mates y cervezas  y una sensación increíble de estar en casa, seguían siendo parte de un todo que no se me desprendía.

Pero ya nos habíamos empezado a alejar. Las cervezas se calentaron; los mates fueron tereré; y los muertos… nunca encontraron justicia. Y a mí, sólo me fue quedando una impresión.


Odio ir al Centro. Lo evito. Voy con gusto a la Plaza, sí. Y tal vez a Corrientes a comprar libros.

Ese día me tocó ir a Chacabuco al 200 y mi humor era un perro que ladraba y mordía. Caminé por Av. De Mayo, maldiciendo el subte, a la puta ciudad, y al colectivo 181 (y a todo el que pasaba, porque cuando se trata de estar de malhumor no me ando con chiquitas).

Y frené. En seco. Me quedé paralizada frente a un afiche azul. Una K cuya pata era un mapa de Argentina. No sé cuánto tiempo pasó. No les voy a mentir. Lo que sí sé es que de mis ojos caían lágrimas. No lloraba: lagrimeaba. Había vuelto a casa.

Me fui con la certeza de a quién iba a votar. Completamente ilógico. Y, sin embargo, ya les dije: no me falla.

Días más tarde, relacioné a Cristina, combativa e inteligente mientras el país se prendía fuego. Desde ese día que la vi en TV, no me la había podido borrar de la cabeza. La cara de Néstor no puedo dar precisión de cuándo la conocí.

El 25 de mayo (día en que él asumía), me levanté temprano y me puse una escarapela tras 10 años de no hacerlo. Me pintó ponérmela, sin mayor cuestionamiento. Ese fue el día en que supe que era kirchnerista y no había vuelta atrás.

Después, claro, me enamoré de su discurso de asunción, de su desprolijidad, de su juego con el bastón, de sus miradas de reto y amor con Cristina. Me enamoré de su gobierno, de su forma de ser, de su manera de vivir la política. Me enamoré de lo que volvimos a ser, de las ideas entre mates y  cervezas, de las discusiones a los gritos, de la sensación infatigable de estar en casa.

Me enamoro, todos los días, de las plazas llenas, del encuentro, de la invitación a recordar.

Y me enamoro, cada vez que la escucho, del subte, de la puta ciudad y del colectivo 181, porque sus palabras, siempre, me huelen a hogar. A patria.











lunes, 11 de julio de 2011

Espejitos de colores

Cuando todo se funde. Se mezcla. Los colores se desentienden de brillar. Pero ahí están. Cosas importantes: ¿cuántos colores? ¡Qué bárbaro!, ¡cuántos colores!.

¿Cuánto aire entra en un color? ¿Cuánto tardan en deshacerse los colores? ¿Se eligen los colores? ¿O nos eligen?


A los chicos les gustan los colores y que las cosas brillen. A los chicos, a los perros y a quienes ven los colores por primera vez. Y, evidentemente, a un montón de otra gente.


Los colores no tienen forma ni contenido. Son luz, sombra y un poco de capricho cultural. Años de lenguaje y convención nos enseñan a percibir y limitar el mundo del turquesa respecto al celeste; el ciruela en relación al violeta; el salmón, al rosa y el naranja.

No nos gustan los colores: Nos constituyen. Los llevamos arriba y alrededor y les damos forma y contenido.
Lo hacemos sin darnos cuenta: Pero, sólo así, los colores pasan a tener importancia, a crecer, a emocionarnos. Cuando atrapamos un color este se transforma: se hace tacto, olor, música. Cosas que, de por sí, también pueden ser sólo vacío, amorfidades, estructuras sin contenido. Hasta que las relacionamos con lo que fuimos, con lo que queremos ser.


Cuando todo se funde. Se mezcla. El indígena ve en el espejito de color, la esperanza. Ve su historia, su creencia. El cielo, reflejado en su mano. Y nosotros: ¿qué vemos?, ¿qué queremos ser?.


¡Qué bárbaro! ¡Cuántos colores!. Los globos se desinflan, se pinchan. Se escapa el aire.  Cuando el color no tenga más aire, ¿sabremos lo que elegimos? ¿Nos haremos cargo del pobre color tirado en el piso? ¿Tendremos la valentía, alguna vez, de ver, en un color, el cielo reflejado en la palma de nuestra mano?.
No fue ingenuidad la del indígena, no fue ceguera. Simplemente vio lo que no somos capaces ni de buscar.



Cuando todo se funde y se mezcla y se pretende que los globos sean eternos y vanos y banales  y de aire y que siempre mantengan esa forma y que el vacío sea todo su contenido y que no se pinchen, ni se caigan y que vuelen, por siempre, despreocupados los globos, despreocupados nosotros; los colores, sufren. Se deslucen. Se distancian de nuestra esencia. Son sólo luz, sombra y capricho cultural. Una carcasa de la nada. No brillan más. Y los chicos y los perros ya no disfrutan de ellos.
Sorprendentemente, un  montón de otra gente, sí.


domingo, 10 de julio de 2011

Domingo

El diablo de tu corazón (Fito Páez)

Ey, ¿qué te pasa, Buenos Aires?
Es con vos
No es la tecno ni el rock
Es tu parte que vos no conocés
Cuidado, la conozco yo....
Sabés que va a ser lo mejor
Cuando estés así, sacate el diablo de tu corazón


Hace un tiempo en esta misma ciudad
Allá en los comienzos de los años 80
El mundo aún se podía mover
Estaban altas las defensas,
no se comía tanta mierda
Buenos Aires, hoy te falta mambo,
te sobra muerte y pasarela


No me pidas que me porte cool
No me metas tensión
Te hacés la chica sin tabús
Pero sufrís baja presión
Sabés que va a ser lo mejor
Aprendé de mí, que soy un chico pobre de allá, del interior...

Juguemos nena, peleemos nena
bancátelo


Buenos Aires, sí, sacate el diablo de tu corazón Letra de El diablo de tu corazón - Fito Paez - Sitio de letras.com
Porque aquí y en todas partes hay...
Pibes en el balcón, también hay pibes en un cajón
Y hay mucha rabia suelta y angustia nena
Y hay mucha, mucha desesperación

La puta madre que los remil parió
¿ Por qué nos cuesta tanto el amor?
Yo quiero ver tu risa y besar tu boca
Y sacarte el diablo de tu corazón.

Sacarte el diablo
de tu corazón
Arrancarte el diablo...


No te asustes Buenos Aires, no
No te asustes amor
Las cosas tienen que estar bien
Ya no se puede estar peor
Las cosas van a estar mejor
Vas a ser feliz, sacate el diablo de tu corazón Bs.As.

Buenos Aires, sí, cortá la mufa de tu corazón
Buenos Aires, sí, vayamos juntos a patear el sol
Sacate el diablo de tu corazón.
Sacate el diablo de tu corazón.

viernes, 8 de julio de 2011

La ignorancia

Una de las peores cosas de la vida es su longitud. Cortita, para semejante infinito circundante. Y tanto para asir, para aprehender. Pero nada. Por más que lo intente nunca sabré todo lo que desearía saber. Y ahí entran las preferencias. Esto me gusta, esto no. A esto le presto atención y a esto otro para qué cuernos.

No sé si soy yo sola, pero si me diera realmente el tiempo podría interesarme hasta en el órgano genital de las hormigas.

Aunque uno debe sentirse orgulloso de sus elecciones. De privilegiar un saber sobre otro. Porque cada vez que le dedicamos tiempo a algo, hay otra cosa en la que nos volvemos ignorantes.

Yo me siento bastante orgullosa de saber historia o de que me gusten los comics de los X-Men. Pero me gustaría vivir tres mil años para no ser un desastre sacando porcentajes.

Me causan tristeza todos los libros que dejo de lado mientras leo algún otro. Y los textos que no escribo mientras tipeo estas palabras.

Me causa mucha nostalgia lo finito de la vida ante lo interminable  de cada universo.

Pero hay gente a la que no: Que se siente orgullosa, no de lo que sabe, no de su elección, sino lisa y llanamente de su ignorancia. Es una diferencia que se podría tildar de sutil, pero no lo es ni un poco.

Entiendo que a mucha gente no le interese la política. Me cuesta compartirlo, me cuesta creer que no se den cuenta de que la política nos define e influencia cada día, pero lo entiendo. Muchos ingenieros agrónomos, probablemente, no analicen la historia argentina como sería deseable que lo hiciera un periodista.

Lo que no entiendo, ni comparto, es esa risita de porteño piola (la risita es de porteño, el sujeto puede que no) tras la frase “yo de política no entiendo nada”. Ojo, hay gente que lo dice con pesar, más aún en estas épocas de elecciones (homólogo al estereotipo de mujer en un mundial). Con esa gente es interesante hablar, preguntarles qué es lo que creen que hay que entender, porqué nunca se adentraron un poco en el tema.

Pero a los del gestito burlón, mantengámoslos a una distancia saludable.

Detrás de cada orgulloso de su ignorancia hay un sabio que le alimenta el ego. Nada más funcional a los intereses corporativos que el discurso de menosprecio por la política y el Estado. No por nada son discursos que contextualmente se identifican con períodos de la historia más (neo)liberal de nuestro país. Después, perduran e insisten con la piolada de su ignorancia por años.

Y se reproduce por los cuatro costados. Porque política es mala palabra, porque son todos corruptos, porque la ignorancia es una declaración de principios.

Está bien, son elecciones. Otras elecciones.

 Pero muy parecidas a las que se avecinan.

viernes, 24 de junio de 2011

Lados



Muchas cosas.

Lágrimas de alivio, de emoción, del placer de escucharla una vez más. No poder bajar del auto para seguir disfrutándola.
Lágrimas de alivio que son también de bronca. Tanto mienten, tanto destruyen, que hasta por un momento pensé que decían la verdad. Y la iba a comprender, claro, ¿cómo no hacerlo?. Pero sentía un miedo por el país, un temor tan profundo….
Pero dijo, habló, se plantó, bromeó. Una vez más. Inventó, del dolor, la fuerza. “Porque vamos a seguir adelante”. ¡Qué estúpida fui al dudar! ¿Cómo pude creerlo de boca de quienes venía?.
A Cristina, simple: la amo. Y eso me generó su discurso: Un amor profundo. Por quién es. Por quién soy. Por quiénes somos.
Qué suerte que Cristina lo supiera desde el 28 de octubre. Habla tan bien de su valor... Y de la importancia de juntarnos: Estar ahí no sólo sirvió para consolarnos mutuamente.


Qué suerte que sea más inteligente que yo y no conteste lo que estoy por contestar.





Muchas cosas.
Las que no habría que escuchar. Las que pienso que ni debería gastar mi tiempo respondiendo. Las que confirman, por millonésima vez, que estoy del lado correcto.
No lo puedo evitar. Y es que no hay justificativos, ni excusas políticas, para las mezquindades, las mentiras, las faltas de respeto que se dicen. Y no hay estrategia política, decoro, altura moral (que tenemos sobre ellos) lo suficientemente fuertes para detener lo que voy a escribir.
Tal vez, estoy traicionando el espíritu del mismo blog que creé. Quizá alguno de ofenda. Pero quiero ser, ante todo, sincera con el dolor que se me genera el pecho.
Podría haber vuelto a publicar “quiero ser puta”. Podría haber vuelto a ahondar en el tema. Es que son tan unísonos en sus brutalidades, en sus miserias, que te obligan a ser repetitivo.
Me tomé algunos días para pensarlo bien. Pero mi pecho siguió sintiendo un punzón agudo. Y, así nomás, lo descargo:


ELISA CARRIÓ, SOS UNA REVERENDA HIJA DE MIL PUTA.


DE NARVAEZ SOS UNA BASURA.


No tengo bronca, ni enojo. Siento dolor. Porque ultrajan a alguien que quiero. Porque me duele los que no se ofenden cuando tratan así a alguien que sufre. Porque la verdad es que no se trata de pensar distinto.


Esta vez, mando la buena escritura a la mierda. Solamente espero que, como dijo José Pablo Feinmann, ganemos las buenas personas.



sábado, 18 de junio de 2011

Es la vecindad del chavo

PRÓLOGO

Primero, lo primero. Hoy escribo para que me tomen para el cachetazo. Nobleza  obliga, el estómago no me dio y salí corriendo. Podría dar un montón de explicaciones: qué la tolerancia, qué me conozco y no me iba aguantar sin hacer nada, qué mejor dar un ejemplo de democracia, qué otras fuerzas políticas, qué, qué, qué. Pero les voy a hacer totalmente honesta: No me gusta sentir nauseas. Así de simple. Y entonces directamente no estuve en casa.

A los recién llegados les cuento: Ayer me inauguraron (porque lo siento así, me lo inauguró en la cara, me meo el árbol como un perro) un local del PRO pared mediante con mi casa. No tengo que justificarme pero quiero que se comprenda: Detesto a muchos políticos, con muchos no coincido, a muchos ni siquiera los respeto. Hay otros a los que admiro, adoro, siento simpatía. Macri no es ninguno de ellos. Tal vez, porque ni le da para político.

Es más fuerte que yo. Por caso, a sincericidio de partes, el día que Macri asumió como presidente de Boca, me hice instantáneamente de San Lorenzo (¡Gracias Mauri!). Era chica  y, aunque ya sabía perfectamente qué significaba  este tipo, creo que fue, más que nada, un acto reflejo.

El hombre en cuestión, me representa lo peor, ya no de esta sociedad, sino de todas las sociedades. Ideas de mala gente, no de derecha, sino de mala gente. Y encima no puede enlazar dos palabras fuera de libreto. Me hace mal, decididamente.

SI MACRI ES MI VECINO

El jueves mi portera me pasó, por debajo de la puerta, la invitación de los muchachos de amarillo. Estaba editorializada y remarcaba una frase con un círculo en birome. Creo que me leyó la mente.

 “Vecinos comprometidos en seguir mejorando, y como cada uno de nosotros, militantes del cambio que ya llegó”. Birome. Círculo. Gran acierto. La síntesis de la Argentina de hoy.

Creo que el único motor transformador del PRO es esa palabrita: “vecino”. No digo una transformación positiva, sino una lisa y llana demostración de principios.

Hubo un momento en que pasamos de ser “conciudadanos” que querían la autonomía de su ciudad, buscaban más derechos, más responsabilidades, a ser básicamente “vecinos”.  Y un conciudadano y un vecino no son lo mismo.

Un vecino se define mediante el reconocimiento del otro. Pero, ¿para qué considero al otro?, ¿para qué soy en razón del otro?. Vecino, simplemente, significa que vivimos cerca. El vecino paga sus impuestos (y hasta ahí llegó su participación). No implica ninguna búsqueda del bien en conjunto, ni derechos que conlleven sus respectivas obligaciones, ni capacidad para organizarse y luchar. Ser vecino y no conciudadano es la diferencia entre el marketing empresarial y la política: ser pensados como un nicho y no como sociedad.

Esta desnaturalización de la política es una trampa mortal. Tiré la almohada contra la tele cuando escuché a Filmus decir “los vecinos de la ciudad”. Por suerte, es un tipo inteligente e inmediatamente se dio cuenta. Si a alguien como él se le metió la palabra en el discurso, es que el discurso PRO se metió y corroe lo mejor de nosotros.
Hay determinados sectores de pacotilla a los que este cambio de términos les cupo perfecto. Macri y De Narváez se dirigen al mismo nicho, no hay dudas. No puedo olvidarme de la campaña del pelirrojo: “Hay alguien nuevo en la política. Vos”. Debe haber durado una semana. Error del publicista. Mucho compromiso. Se ve que no pegó.

Pero volvamos a mi portera. Ahí me redondeó la frase y me resumió ocho años de historia argentina. De puja de ideas. Los dos lados que, según los moderados, no existen.  “Vecino” y  “militante” en una misma frase. ¡Y en una misma frase del PRO!. ¡Qué oxímoron, dios mío!. Pero que triunfo.

Todo discurso se retroalimenta con hechos. Seguimos dando lucha contra ser vecinos. Sabemos qué significa y sabemos que, lo que queremos ser, es ciudadanos. Y un poquito de bronca sentí. Que después de bastardear a la política por todos sus costados usaran la palabra “militante” para autodenominarse,  no puedo decir que, en principio, no me dolió. Sin embargo, casi al mismo tiempo, sentí un poco de placer: Algo más cambió en Argentina. Hay otros ideales. Y las cosas caen por su propio peso: En política se milita, señores. Se apoya un proyecto. Se construye un proyecto. Se arriesga por un proyecto.

Sí. Militante. Como antes de los noventa; una buena palabra.

Pedazo de transformación metieron los K.



Real Academia Española:


Vecino: Que habita con otros en un mismo pueblo, barrio o casa, en habitación independiente / Que tiene casa y hogar en un pueblo, y contribuye a las cargas o repartimientos.


Ciudadano: Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país.








miércoles, 15 de junio de 2011

Quiero ser puta

¡Qué perversa costumbre mezclar sensibilidad con debilidad!. Vemos a alguien llorar y lo creemos derrotado. Pero la fuerza, la verdadera fuerza, viene de ese mismo llanto.

Históricamente, cuando las mujeres asumieron una posición de poder o mando, el establishment  les exigió características, a priori, consideradas masculinas.  Sobre todo, cierto estilo de dirección duro, frío. Incluso, para no ser consideradas frágiles, esa dureza debía estar potenciada. El ejemplo más cabal es la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, personaje repugnante por donde se lo mire. Plantear una alternativa a este modelo merecía (merece) a nuestro género tres posibles adjetivos: débil, loca o puta.
Ojo, nada peor que una mujer para ejercer la misoginia. Si no, pregúntenle a Elisa Carrió que piensa de Cristina sin Néstor. O que pensaba de Cristina con Néstor.
Nada irrita más a un machista (sea del sexo que sea) que una mujer con poder. Pero es el acabose cuando esta mujer se arregla, seduce, argumenta, ama. Y, para colmo, se da el lujo de llorar en público. Y, después, encima, se da vuelta y pone en orden a un país,  le da una orden a un país.
Y hablo de Cristina por admiración, por ser la más atrevida de todas nosotras. Pero lo cierto es que hablo de un montón de otras mujeres.
La fuerza sólo nace de la valentía y de la pasión. Nadie es más pasional que quien se da espacio para seguir aprendiendo. Nadie es más firme que quien confía en la propia inteligencia. Nadie es más trascendente que quien ama y lo grita a los cuatro vientos.   
Y nadie es más fuerte que quien desafía el “deber ser”, el modelo de poder que supieron conseguir.
Defender su femineidad; su capacidad de gestionar; su brillantez; su sensibilidad; su coquetería; su historia de amor; es la mayor fortaleza de Cristina. Su originalidad. Y una de sus batallas más difíciles.
Luchemos junto a ella. Lloremos. Lloremos todas por el amor perdido. Lloremos con dolor y pasión: hagámonos fuertes. Discutamos. Maquillémonos. Menstruemos y seamos menopáusicas. Y cuando nos digan débiles, locas o putas, no perdamos el tiempo: démosles la razón. Mientras tanto, nosotras y nuestros compañeros estaremos dando vuelta la historia.

lunes, 13 de junio de 2011

Moderación I

La pasa bien en la cama. Correcto. Ni fu ni fa. Cumple. En todo caso, procrea. Regula la respiración, para no cansarse. Para cuidar la presión. No grita mucho. Ni fantasea demasiado. Espera el último sábado del mes a la noche: El día es para otra cosa. La semana, para trabajar. Pero está bien, ¿no?. No hay sorpresa, pero coger, coge. Después de todo, el sexo está sobrevalorado.

Moderación II

Ludwig se sienta al piano. Tiene mal carácter pero está haciendo terapia para tranquilizarse un poco. Así las cosas, toma ansiolíticos y se la pasa con sueño. Estaba por componer una sinfonía pero ahora las ganas se le fueron un poco. Además, no se le cae una idea. Eso sí: los vecinos están mucho más contentos con él y hasta le ofrecieron un cargo de maestro de música. Por ahí, lo agarra. De algo hay que vivir.

Moderación III

Es la cuarta vez en la semana que a Martin Luther lo amenazan de muerte. La mujer le dice, los amigos le dicen. ¿Y si dejás enfriar un poco las cosas?. ¿Dejás que todo se tranquilice?. ¿Llamás a la gente a la concertación?. Y, sí. ¿Qué puedo conseguir yo?, se pregunta. Y se va con su mujer dios sabe a qué balneario.

Moderación IV

El amor duele. Dejame, a mí, con tanta malasangre. Para qué estrujarse el corazón si así estoy bien. Salgo con un chico. Cenamos afuera. Nos llevamos bárbaro. Nunca discutimos. La paso lindo. Tal vez, algún día nos casemos.Tendremos hijos. Así estoy bien. ¿Lo dije ya, no?.

Moderación V

Eva se levanta y una vez más le duele todo. Apenas si puede sostenerse. Pero tiene que sostenerse. Debe sostenerse. Flaquea. Las piernas. El abdomen. El alma. Eva sabe que tiene que ir. Quiere ir; sueña con ir. Quedate en la cama, chinita. Le dice el marido. Quédese en la cama, doña. Le dice el doctor. Ella cree escuchar que afuera la llaman. Pero está cansada y el médico le recomienda que tenga sentido común. Que tiene que hacer reposo. Eva se tapa con cuatro mantas y se queda en casa. Tal vez, mañana tenga más ánimo para levantarse.

Moderación VI

Desde que escuché por primera vez que Charly aprendió a ser formal, cortés e infeliz, y el boludo de Natalio Ruiz se murió por más jarabe para la tos que tomase, me dí cuenta de que no tengo una manera de ser centrada. Tampoco me parecería una gran virtud tenerla. Apenas si lo creo un criterio o un medio: La moderación sirve como estrategia para que el remolino parezca un viento. El resto, es mezquindad. 
Habría que fijarse quién pide moderación. Para qué pide moderación. Por qué pide moderación. Y, sobre todo, a quién se le pide moderación. A los que pretenden moderar, ¿quién los modera?. ¿Quién templa la estúpidez de María Laura o el cinismo de Jorge?. Hablar sin putear, ¿te exime para apropiar hijos de otro?.
 
Argentina es un país que ante cualquier cambio primero dice "no". O tal vez sea así la raza humana. O la clase conservadora. O lo que la quieran llamar. No voy a eso. Luego, nos acostumbramos. Y acá andamos todos con el cinturón de seguridad puesto como corresponde, tras que la obligación de hacerlo fuera un escándalo nacional.
Es que hay gente que si pasa un huracán despliega las alas y se suma al torbellino. Hay otra gente a la que hay que soplarle de a poquito y, después, hasta sopla con nosotros. Pero los más importantes (los imprescindibes de Brecht) son aquellos que son el viento.
Y hay otros, claro. Los que nos quieren vender que sólo se puede tomar café con el plato abajo de la taza. Que si el café es rico o feo no es tan importante mientras la taza sea de porcelana. Que tomar del pico está mal. Que pelear a los gritos está mal. No importa lo que se dice. No importa porqué estás gritando. O llorando. O riendo a carcajadas. Y con esos, no quiero estar. Nunca.
 
Hay muchas razones por las cuáles soy kirchnerista. La mayoría de ellas ideológicas, políticas. Pero no menos importante es la que sentí en la crisis del 2001.
Cristina. Vestida igual desde hacía dos días; casi sin dormir; paseándose por todos los canales; alegando; discutiendo; tan inteligente como siempre; con el maquillaje (mucho) corrido; despeinada.
 
Y en el 2003.
Néstor. Escapando de los guardaespaldas para abrazar a la gente; sangrando, golpeado; jugando con el bastón presidencial; demostrando alegría por la política; abriendo la boca para hablar, tan en serio, terminando todo juego.
 
Gente tan incorrecta, tan sanamente destemplada. Tan excesiva.
 
 
Odio el plato abajo de la taza: si mancho, mancho. Para algo se inventó el lavarropas. Detesto que la gente diga HacheDePé y no Hijo De Puta. Odio, sí, ODIO, muchas cosas superfluas. Y las odio intensamente; porque amo intensamente.
 
Señores, si moderación es no jugarse, porque el riesgo es la muerte; si moderación es hablar de valores republicanos; si moderación es no levantar la voz, porque los chicos duermen; si moderación es desear que lo que sople siempre sea una brisa agradable; se las hago sencillita: Métanse la moderación en el culo.
 
Yo, me voy con mi molinete a esperar los vientos del sur. 

viernes, 10 de junio de 2011

HOY

Paso por Todo Moda. Compro chucherías, de esas que después una nunca usa o, directamente, pierde. Me cruzo con una mujer llorando. Acaban de arrebatarle el bolso. Justo iba con su cartera de cuero preferida. Pero llora porque no quiere ponerse paranoica, no quiere vivir así, no quiere desconfiar del prójimo. Hablamos un rato. Su tristeza me parece muy noble y pienso que la gente de este país aún tiene algún destino de dignidad. Se va y nos abrazamos. El amor vence al odio.

Sigo caminando para casa.
Casa. Pegadito a casa. Justito, pared de por medio. "Vos sos bienvenido" y ese horrible color amarillo invadiéndolo todo (perdón al sol y a la yema del huevo frito). Se me descompensa el estómago. La aorta pide a gritos salirse por el lado izquierdo del pecho ("lado izquierdo. Irónico", pienso). Los que me conocen bien, saben que no exagero. No se me queda prolijo el cuerpo. Se me desborda por todos lados y podría subir el Aconcagua al trote, de la bronca y la ansiedad. El centro de jubilados ha dejado de existir. Otra cosa más que este desgraciado mata en esta ciudad.
Y ahora ("ahora dicen") prometen una inauguración Pro. Supongo que habrá canapés secos, que sé yo. O las mismas frases dichas en el tono correcto que algún erúdito del marketing confundió casualmente con política. O bailes que jamás desbocan, jamás convulsionan.

El viernes es.
Cortan la calle.
Viene.

Entro al edificio y la portera se me mata de risa en la cara. "Estaba pensando en vos". Me convierto en verborragia pura, entre risas, planes de boicot y calambres en la garganta. "¿Sabés?. Me pidieron que les tendiera un cable de luz". No sé si indignarme, resignarme ("ignarme") o, sencillamente, comprender la coherencia de su plan de gestión.

Pasaron dos horas desde que llegué a casa: Bombitas con pintura a los afiches; la marcha peronista desde el balcón; pancartas, escupitajos; "regar las plantas"; megáfono y gritos; hasta bajar desnuda a la vereda. Pero no. No.

NO.


Abrí este blog cuando volví del velorio de Néstor.

Quiero escribir, pero si escribo lloro y no veo así que lo voy a dejar así.

Volví del velorio. Algún día podré relatarlo sin llorar. Y el blog, ahí kedó. Kedó, pero sin mí.

Hoy, le escribo por primera vez.


Se me desborda el cuerpo. Me pasa seguido. El cuerpo me habla y lo sigo. Cuando algo me duele en serio; me da bronca en serio; me causa impotencia en serio; amo en serio; río en serio; soy feliz en serio; no pienso. Salgo disparada como un rayo para donde el cuerpo me lleve (como aquella mañana de octubre cuando la plaza me recibió temprano y pudimos estar casi a solas las dos. La plaza y yo). Y, por suerte, no falla.

Nada de pintura, ni megáfonos. Desnuda andaré ante los ojos del hombre que amo. Y la marcha peronista la cantaré con mis compañeros en alguna manifestación. Hoy, inauguro este blog.

Y cuesta decir lo que voy a decir. Incluso con su dejo de sarcasmo y con lo cierto que es. Pero el cuerpo me trajo a escribir de nuevo así que, valiente, le voy a hacer caso: Gracias Macri. Gracias, de verdad. Porque, una vez más, el amor vence al odio.