lunes, 11 de julio de 2011

Espejitos de colores

Cuando todo se funde. Se mezcla. Los colores se desentienden de brillar. Pero ahí están. Cosas importantes: ¿cuántos colores? ¡Qué bárbaro!, ¡cuántos colores!.

¿Cuánto aire entra en un color? ¿Cuánto tardan en deshacerse los colores? ¿Se eligen los colores? ¿O nos eligen?


A los chicos les gustan los colores y que las cosas brillen. A los chicos, a los perros y a quienes ven los colores por primera vez. Y, evidentemente, a un montón de otra gente.


Los colores no tienen forma ni contenido. Son luz, sombra y un poco de capricho cultural. Años de lenguaje y convención nos enseñan a percibir y limitar el mundo del turquesa respecto al celeste; el ciruela en relación al violeta; el salmón, al rosa y el naranja.

No nos gustan los colores: Nos constituyen. Los llevamos arriba y alrededor y les damos forma y contenido.
Lo hacemos sin darnos cuenta: Pero, sólo así, los colores pasan a tener importancia, a crecer, a emocionarnos. Cuando atrapamos un color este se transforma: se hace tacto, olor, música. Cosas que, de por sí, también pueden ser sólo vacío, amorfidades, estructuras sin contenido. Hasta que las relacionamos con lo que fuimos, con lo que queremos ser.


Cuando todo se funde. Se mezcla. El indígena ve en el espejito de color, la esperanza. Ve su historia, su creencia. El cielo, reflejado en su mano. Y nosotros: ¿qué vemos?, ¿qué queremos ser?.


¡Qué bárbaro! ¡Cuántos colores!. Los globos se desinflan, se pinchan. Se escapa el aire.  Cuando el color no tenga más aire, ¿sabremos lo que elegimos? ¿Nos haremos cargo del pobre color tirado en el piso? ¿Tendremos la valentía, alguna vez, de ver, en un color, el cielo reflejado en la palma de nuestra mano?.
No fue ingenuidad la del indígena, no fue ceguera. Simplemente vio lo que no somos capaces ni de buscar.



Cuando todo se funde y se mezcla y se pretende que los globos sean eternos y vanos y banales  y de aire y que siempre mantengan esa forma y que el vacío sea todo su contenido y que no se pinchen, ni se caigan y que vuelen, por siempre, despreocupados los globos, despreocupados nosotros; los colores, sufren. Se deslucen. Se distancian de nuestra esencia. Son sólo luz, sombra y capricho cultural. Una carcasa de la nada. No brillan más. Y los chicos y los perros ya no disfrutan de ellos.
Sorprendentemente, un  montón de otra gente, sí.


domingo, 10 de julio de 2011

Domingo

El diablo de tu corazón (Fito Páez)

Ey, ¿qué te pasa, Buenos Aires?
Es con vos
No es la tecno ni el rock
Es tu parte que vos no conocés
Cuidado, la conozco yo....
Sabés que va a ser lo mejor
Cuando estés así, sacate el diablo de tu corazón


Hace un tiempo en esta misma ciudad
Allá en los comienzos de los años 80
El mundo aún se podía mover
Estaban altas las defensas,
no se comía tanta mierda
Buenos Aires, hoy te falta mambo,
te sobra muerte y pasarela


No me pidas que me porte cool
No me metas tensión
Te hacés la chica sin tabús
Pero sufrís baja presión
Sabés que va a ser lo mejor
Aprendé de mí, que soy un chico pobre de allá, del interior...

Juguemos nena, peleemos nena
bancátelo


Buenos Aires, sí, sacate el diablo de tu corazón Letra de El diablo de tu corazón - Fito Paez - Sitio de letras.com
Porque aquí y en todas partes hay...
Pibes en el balcón, también hay pibes en un cajón
Y hay mucha rabia suelta y angustia nena
Y hay mucha, mucha desesperación

La puta madre que los remil parió
¿ Por qué nos cuesta tanto el amor?
Yo quiero ver tu risa y besar tu boca
Y sacarte el diablo de tu corazón.

Sacarte el diablo
de tu corazón
Arrancarte el diablo...


No te asustes Buenos Aires, no
No te asustes amor
Las cosas tienen que estar bien
Ya no se puede estar peor
Las cosas van a estar mejor
Vas a ser feliz, sacate el diablo de tu corazón Bs.As.

Buenos Aires, sí, cortá la mufa de tu corazón
Buenos Aires, sí, vayamos juntos a patear el sol
Sacate el diablo de tu corazón.
Sacate el diablo de tu corazón.

viernes, 8 de julio de 2011

La ignorancia

Una de las peores cosas de la vida es su longitud. Cortita, para semejante infinito circundante. Y tanto para asir, para aprehender. Pero nada. Por más que lo intente nunca sabré todo lo que desearía saber. Y ahí entran las preferencias. Esto me gusta, esto no. A esto le presto atención y a esto otro para qué cuernos.

No sé si soy yo sola, pero si me diera realmente el tiempo podría interesarme hasta en el órgano genital de las hormigas.

Aunque uno debe sentirse orgulloso de sus elecciones. De privilegiar un saber sobre otro. Porque cada vez que le dedicamos tiempo a algo, hay otra cosa en la que nos volvemos ignorantes.

Yo me siento bastante orgullosa de saber historia o de que me gusten los comics de los X-Men. Pero me gustaría vivir tres mil años para no ser un desastre sacando porcentajes.

Me causan tristeza todos los libros que dejo de lado mientras leo algún otro. Y los textos que no escribo mientras tipeo estas palabras.

Me causa mucha nostalgia lo finito de la vida ante lo interminable  de cada universo.

Pero hay gente a la que no: Que se siente orgullosa, no de lo que sabe, no de su elección, sino lisa y llanamente de su ignorancia. Es una diferencia que se podría tildar de sutil, pero no lo es ni un poco.

Entiendo que a mucha gente no le interese la política. Me cuesta compartirlo, me cuesta creer que no se den cuenta de que la política nos define e influencia cada día, pero lo entiendo. Muchos ingenieros agrónomos, probablemente, no analicen la historia argentina como sería deseable que lo hiciera un periodista.

Lo que no entiendo, ni comparto, es esa risita de porteño piola (la risita es de porteño, el sujeto puede que no) tras la frase “yo de política no entiendo nada”. Ojo, hay gente que lo dice con pesar, más aún en estas épocas de elecciones (homólogo al estereotipo de mujer en un mundial). Con esa gente es interesante hablar, preguntarles qué es lo que creen que hay que entender, porqué nunca se adentraron un poco en el tema.

Pero a los del gestito burlón, mantengámoslos a una distancia saludable.

Detrás de cada orgulloso de su ignorancia hay un sabio que le alimenta el ego. Nada más funcional a los intereses corporativos que el discurso de menosprecio por la política y el Estado. No por nada son discursos que contextualmente se identifican con períodos de la historia más (neo)liberal de nuestro país. Después, perduran e insisten con la piolada de su ignorancia por años.

Y se reproduce por los cuatro costados. Porque política es mala palabra, porque son todos corruptos, porque la ignorancia es una declaración de principios.

Está bien, son elecciones. Otras elecciones.

 Pero muy parecidas a las que se avecinan.