viernes, 8 de julio de 2011

La ignorancia

Una de las peores cosas de la vida es su longitud. Cortita, para semejante infinito circundante. Y tanto para asir, para aprehender. Pero nada. Por más que lo intente nunca sabré todo lo que desearía saber. Y ahí entran las preferencias. Esto me gusta, esto no. A esto le presto atención y a esto otro para qué cuernos.

No sé si soy yo sola, pero si me diera realmente el tiempo podría interesarme hasta en el órgano genital de las hormigas.

Aunque uno debe sentirse orgulloso de sus elecciones. De privilegiar un saber sobre otro. Porque cada vez que le dedicamos tiempo a algo, hay otra cosa en la que nos volvemos ignorantes.

Yo me siento bastante orgullosa de saber historia o de que me gusten los comics de los X-Men. Pero me gustaría vivir tres mil años para no ser un desastre sacando porcentajes.

Me causan tristeza todos los libros que dejo de lado mientras leo algún otro. Y los textos que no escribo mientras tipeo estas palabras.

Me causa mucha nostalgia lo finito de la vida ante lo interminable  de cada universo.

Pero hay gente a la que no: Que se siente orgullosa, no de lo que sabe, no de su elección, sino lisa y llanamente de su ignorancia. Es una diferencia que se podría tildar de sutil, pero no lo es ni un poco.

Entiendo que a mucha gente no le interese la política. Me cuesta compartirlo, me cuesta creer que no se den cuenta de que la política nos define e influencia cada día, pero lo entiendo. Muchos ingenieros agrónomos, probablemente, no analicen la historia argentina como sería deseable que lo hiciera un periodista.

Lo que no entiendo, ni comparto, es esa risita de porteño piola (la risita es de porteño, el sujeto puede que no) tras la frase “yo de política no entiendo nada”. Ojo, hay gente que lo dice con pesar, más aún en estas épocas de elecciones (homólogo al estereotipo de mujer en un mundial). Con esa gente es interesante hablar, preguntarles qué es lo que creen que hay que entender, porqué nunca se adentraron un poco en el tema.

Pero a los del gestito burlón, mantengámoslos a una distancia saludable.

Detrás de cada orgulloso de su ignorancia hay un sabio que le alimenta el ego. Nada más funcional a los intereses corporativos que el discurso de menosprecio por la política y el Estado. No por nada son discursos que contextualmente se identifican con períodos de la historia más (neo)liberal de nuestro país. Después, perduran e insisten con la piolada de su ignorancia por años.

Y se reproduce por los cuatro costados. Porque política es mala palabra, porque son todos corruptos, porque la ignorancia es una declaración de principios.

Está bien, son elecciones. Otras elecciones.

 Pero muy parecidas a las que se avecinan.

1 comentario:

  1. Con fiebre hace tres días, esa que sube y baja y da frío y miedo. Esa pero de la transparente, la que se baja, fácil, con paracetamol. Pero hoy... ¡yo sabía que la pulserita que usé en Misiones no funcionaba TAN bien! Maldita fiebre amarilla.

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