viernes, 10 de junio de 2011

HOY

Paso por Todo Moda. Compro chucherías, de esas que después una nunca usa o, directamente, pierde. Me cruzo con una mujer llorando. Acaban de arrebatarle el bolso. Justo iba con su cartera de cuero preferida. Pero llora porque no quiere ponerse paranoica, no quiere vivir así, no quiere desconfiar del prójimo. Hablamos un rato. Su tristeza me parece muy noble y pienso que la gente de este país aún tiene algún destino de dignidad. Se va y nos abrazamos. El amor vence al odio.

Sigo caminando para casa.
Casa. Pegadito a casa. Justito, pared de por medio. "Vos sos bienvenido" y ese horrible color amarillo invadiéndolo todo (perdón al sol y a la yema del huevo frito). Se me descompensa el estómago. La aorta pide a gritos salirse por el lado izquierdo del pecho ("lado izquierdo. Irónico", pienso). Los que me conocen bien, saben que no exagero. No se me queda prolijo el cuerpo. Se me desborda por todos lados y podría subir el Aconcagua al trote, de la bronca y la ansiedad. El centro de jubilados ha dejado de existir. Otra cosa más que este desgraciado mata en esta ciudad.
Y ahora ("ahora dicen") prometen una inauguración Pro. Supongo que habrá canapés secos, que sé yo. O las mismas frases dichas en el tono correcto que algún erúdito del marketing confundió casualmente con política. O bailes que jamás desbocan, jamás convulsionan.

El viernes es.
Cortan la calle.
Viene.

Entro al edificio y la portera se me mata de risa en la cara. "Estaba pensando en vos". Me convierto en verborragia pura, entre risas, planes de boicot y calambres en la garganta. "¿Sabés?. Me pidieron que les tendiera un cable de luz". No sé si indignarme, resignarme ("ignarme") o, sencillamente, comprender la coherencia de su plan de gestión.

Pasaron dos horas desde que llegué a casa: Bombitas con pintura a los afiches; la marcha peronista desde el balcón; pancartas, escupitajos; "regar las plantas"; megáfono y gritos; hasta bajar desnuda a la vereda. Pero no. No.

NO.


Abrí este blog cuando volví del velorio de Néstor.

Quiero escribir, pero si escribo lloro y no veo así que lo voy a dejar así.

Volví del velorio. Algún día podré relatarlo sin llorar. Y el blog, ahí kedó. Kedó, pero sin mí.

Hoy, le escribo por primera vez.


Se me desborda el cuerpo. Me pasa seguido. El cuerpo me habla y lo sigo. Cuando algo me duele en serio; me da bronca en serio; me causa impotencia en serio; amo en serio; río en serio; soy feliz en serio; no pienso. Salgo disparada como un rayo para donde el cuerpo me lleve (como aquella mañana de octubre cuando la plaza me recibió temprano y pudimos estar casi a solas las dos. La plaza y yo). Y, por suerte, no falla.

Nada de pintura, ni megáfonos. Desnuda andaré ante los ojos del hombre que amo. Y la marcha peronista la cantaré con mis compañeros en alguna manifestación. Hoy, inauguro este blog.

Y cuesta decir lo que voy a decir. Incluso con su dejo de sarcasmo y con lo cierto que es. Pero el cuerpo me trajo a escribir de nuevo así que, valiente, le voy a hacer caso: Gracias Macri. Gracias, de verdad. Porque, una vez más, el amor vence al odio.

1 comentario:

  1. Hermoso no sería la palabra más allá de lo bien escrito que está. La palabra es VISCERAL... Una vez más, mi admiración, hermosa. M. Ferrero

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